En
el Día de la Mujer,
aún con el miedo en
los bolsillos,
me
levanté temprano:
tú
no ibas a llegar hasta las dos.
"Si sale mal y hoy tengo que morir,
moriré guapa"- me
dije en un susurro.
Fui
a la peluquería, compré ropa interior
y
un vestido escotado de los que me prohíbes,
me
di un masaje en los pies …
y tiré con fuerza por la ventana
todo lo
que me recordaba a ti:
tus anillos, tus colecciones,
ese muñeco horrible sin cabeza,
tus relojes, tu
calendario...
Todo…
menos mi pierna rota
y
mi pobre ojo, el que dejaste semi-inútil,
ése que, curiosamente
y por primera vez, en cuarenta años,
en
vez de ver medio futuro estrecho
vio
un horizonte ancho y entero
dispuesto
al abrazo y a la vida.